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Antes de que existiera Macondo, antes del Nobel y antes de que Gabriel García Márquez se convirtiera en el escritor más importante del continente, hubo una ciudad fría, gris y solemne que transformó su destino para siempre: Bogotá.

En 1943, con apenas 16 años, Gabo dejó el calor del Caribe y llegó a la capital con una beca para terminar el bachillerato. Lo esperaba una ciudad ajena, llena de hombres vestidos de negro, de una solemnidad impuesta por el clima y por la costumbre. Pero también lo esperaba una ciudad intelectual, bullosa y poética. "Bogotá fue mi verdadera universidad", diría años después. Porque aunque inició estudios de Derecho en la Universidad Nacional, nunca quiso ser abogado. Se enamoró del periodismo, del relato, de la palabra dicha con precisión y poesía.

Un recorrido por la ciudad que marcó al Nobel

‘Bogotá, más cerca al cielo de Macondo’ es un recorrido literario por los lugares que marcaron los años de formación de Gabriel García Márquez. Un viaje por el centro histórico de La Candelaria en el que se mezclan arquitectura colonial, poesía callejera, anécdotas del Nobel y la historia profunda de una ciudad que lo acogió, lo formó y lo transformó.

La ruta comienza frente a la Casa de la Moneda, en la calle 11, donde se escucha cómo llegó a la ciudad. “El frío me obligaba a pensar con más claridad”, se oye en un audio mientras el tranvía inicia su ruta. Se gira por la biblioteca Luis Ángel Arango, se sube por la carrera 5ª y se avanza por la calle 12, detrás del Palacio de Justicia, a pocos pasos de la Plaza de Bolívar, donde hoy palpita el corazón institucional del país. En ese lugar estuvo ubicada, en ese entonces, la estación principal del Tranvía de Bogotá, según registros de la Biblioteca Digital de Bogotá. Allí, entre las historias del tranvía y recitales de poesía, los visitantes comienzan a sentir el pulso de una ciudad que inspiró buena parte de la obra del escritor.

Al llegar a la calle San Miguel del Príncipe, la ruta se interna en la carrera 2a: una vía con algunas de las casas más antiguas de Bogotá. Esta calle lleva directamente al Chorro de Quevedo, donde se dice que nació la ciudad y donde bajamos por la carrera 11 para luego girar hacia la carrera 3a. El recorrido nos lleva por el Eje Ambiental hasta el Parque de los Periodistas, lugar de reunión de la intelectualidad bogotana y que, en el 2014, fue bautizado con su nombre. Y también se habla sobre la importancia del Café El Molino, lugar icónico donde se reunían escritores, artistas y pensadores y, como él muy bien lo mencionaba, espacio perfecto para escuchar la tertulia al atardecer del gran maestro León de Greiff con los escritores más famosos del momento, experiencia que relata en su libro ‘Vivir para contarla’.

Allí también se evoca su vínculo con El Espectador —al pasar cerca del edificio que lleva su nombre—, diario al que estuvo vinculado durante varios años y donde comenzó a forjar su leyenda como escritor, periodista y reportero. Vale recordar una de sus frases más célebres: “El periodismo es la mejor profesión del mundo”.

Grupo de personas en el recorrido literario Bogotá, más cerca al cielo de Macondo posando con el Tranvía. Foto: Gyani Pinzón - gmbogota
Grupo de personas en el recorrido literario Bogotá, más cerca al cielo de Macondo posando con el Tranvía. Foto: Gyani Pinzón - gmbogota

Entre empanadas, cafés y poemas

La ruta continúa hacia la Universidad de los Andes para llegar a la Quinta de Bolívar, ubicada en la calle 21 # 4A - 30, donde nos detenemos un instante y escuchamos que aquí nace gran parte de la inspiración del Nobel de Literatura para escribir El general en su laberinto, libro que relata los últimos acontecimientos y años de vida de Simón Bolívar en Bogotá.

Las calles que recorremos eran el origen de los antiguos tranvías en 1947, los mismos que García Márquez tomaba los domingos para recorrer Bogotá mientras leía poesía y soñaba con sus futuras historias.

Después de la Quinta de Bolívar, el tranvía retoma su curso hacia el camino a Monserrate, donde el guía revive el impacto del Bogotazo —estallido social ocurrido el 9 de abril de 1948 en Bogotá, tras el asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, que desató una ola de violencia y marcó un punto de quiebre en la historia política de Colombia— en la vida del joven escritor. Un hecho que lo marcó para siempre y lo hizo volver al Caribe. "Aquel día me di cuenta de que el país se había partido en dos", escribió después en ‘Vivir para contarla’.

Luego pasamos por la Iglesia Nuestra Señora de Egipto para bajar por la calle 9a con carrera 2a. En medio de este recorrido seguimos escuchando historias y relatos de Gabo en la gran capital: sus experiencias, la forma en la que encontró el amor y también su familia. La manera en que, aunque tenía que marcharse en ocasiones por trabajo u otras razones, siempre regresaba a esa fría Bogotá de los años 40, 50 y 60; esa que lo acogió con tan solo 16 años, lo vio formarse y a la que tanto amó.

La historia te mantiene conectado hasta llegar a la siguiente parada: el restaurante Enchiladas. Desde su terraza, con un tintico y una empanada bogotana —merienda favorita del Nobel— se contempla la ciudad mientras se reflexiona sobre la obra de Gabo y su legado. Allí se habla de astronomía y literatura, se mira al cielo como él lo hacía y se entiende, de una vez por todas, que Macondo no está tan lejos como pensamos: también está en Bogotá, en sus calles, en su memoria y en este recorrido que invita a caminar la ciudad con los ojos de un joven que, sin saberlo, se preparaba para cambiar la literatura universal.

En esta etapa del recorrido, los guías cuentan cómo en 2019 una estrella y un exoplaneta fueron bautizados con los nombres Macondo y Melquíades como homenaje al escritor y a su universo literario.

Entrega de poemas de Gabriel García Márquez en medio del recorrido en el Tranvía. Foto: Gyani Pinzón - gmbogota
Entrega de poemas de Gabriel García Márquez en medio del recorrido en el Tranvía. Foto: Gyani Pinzón - gmbogota

Bogotá, ciudad literaria

Esta ruta no sólo revive la historia de un Nobel, sino que exalta a Bogotá como una ciudad literaria, como una capital cultural que ha sido cuna de ideas, relatos, poesía y resistencia. Porque aquí, entre adoquines, cafés y cerros, Gabriel García Márquez encontró una ciudad que lo marcó para siempre. Recorrer Bogotá con esta ruta no es solo seguir los pasos de un Gabo joven: es sentir que la ciudad también fue musa y protagonista. Que las historias no nacen del aire sino de las calles, las esquinas, los cafés y los recuerdos. 

Como él mismo escribió: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.” Y Bogotá recuerda a Gabo, y lo cuenta bien.

 

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