Y es que por allá por los 40 y 50 del siglo pasado, como lo relata el historiador Jaime Gonzalo en su texto “La insurrección juvenil” (1993), con la espectacularidad del cine sonoro, la aparición de la radio y por ende la proliferación de las emisoras musicales, la música rock, entonces la fusión de diversos estilos como el rhythm and blues, el country, el gospel y el hillbilly, a Bogotá llegó para quedarse.
Es que esa manifestación social, cultural y juvenil que encontró nicho a mediados del siglo XX en una juventud que como grupo social se había mantenido en completa subordinación, en el rock encontró el ritmo para expresar sus inquietudes, preocupaciones y rebeldías ante una sociedad tradicional y recatada.
Esa energía, ritmo y letras que abordaban temas sociales, personales y emocionales caló como ningún otro género. Aquellos acetatos picados por imberbes dj, en poco tiempo popularizaron la música rock en Bogotá cuya relación, casi matrimonial, suma siete décadas de amor y desamor. Es que así la ciudad haya tenido coqueteos e infidelidades con otros ritmos como el bambuco, el vals, la salsa, el vallenato e incluso el reguetton, su corazón palpita por el frenético e imborrable sonido roquero.
En un principio por allá por los años 50 y 60 los primeros flirteos permitieron a la ávida juventud capitalina enamorarse con canciones que prometían un mundo ideal y donde se podía ser, como cantaban Los Beatles en su Let It Be, se alcanzaba la Satisfaction de Los Rolling Stones, y se podía vivir con igualdad en el mundo imaginado de John Lennon.
Sin embargo y como todo lo nuevo, el rock no fue bien recibido. Gran parte de la sociedad adulta y conservadora bogotana lo señaló con rabia e incluso con repudio, quizá porque su misma definición, como advierte el escritor Andrés Ospina, en su “Radio juvenil y rock en Bogotá, 1963-2004 ¿una historia fragmentada?” era esa casi que una innatural gravitación corporal de adelante atrás y de atrás adelante (como el de una mecedora, que en inglés se denomina rocking chair) y que se asociaba a movimientos impuros y con connotaciones sexuales.
Y aunque dicen por ahí que más sabe el diablo por viejo que por diablo, fueron los jóvenes los que desde los 60 impusieron su voluntad, y este ritmo insistente y palpitante en cuestión de semanas permeó los hogares de todas las clases sociales dejando de lado los añejos pasillos, porros y valses, que antes cuando jóvenes y luego como adultos eran el disfrute de sus padres.
Fenómeno cultural.
Según el cronista Félix Riaño en su “Historia del Rock Colombiano: memoria de un fenómeno cultural” (1992), el rock se estableció en Bogotá y sus calles como lo que era y lo que es, un fenómeno social, cultural y artístico, cuyo primer consumidor fue el público adolescente. Ese público que reconfiguró los espacios urbanos para escuchar y bailar.
Es así que según el relato del historiador y periodista musical Umberto Pérez, en su libro “Bogotá, epicentro del Rock colombiano, entre 1957 y 1975, una manifestación social, Cultural, nacional y juvenil” (2007), dos momentos asentaron el movimiento rockero en Bogotá. Uno tuvo que ver, a finales de 1959, en el Teatro Colombia (hoy conocido como Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán) con el mano a mano musical entre dos de los primeros grupos colombianos. Se trataba de Los Danger Twist y Los Dinámicos, quienes sin saberlo, estaban representando a los muchachos de diferentes sectores de la ciudad. “Allí, en el Teatro Colombia, no sólo se enfrentaban dos grupos; también, sin saberlo, dichos grupos estaban representando a los muchachos de diferentes sectores de la ciudad; ellos se agrupaban en barras o pandillas que se enfrentaban entre sí.” Mientras Los Danger Twist representaban al rock del sur de la ciudad, Los Dinámicos al sector de Chapinero.
El otro, fue el 7 de diciembre de 1960 cuando de forma inesperada se presentó en el Teatro Colombia uno de los músicos precursores del rock and roll, el mismísimo Bill Haley and His Comets.
El rock era incontenible y la juventud que empezó a encontrase en los llamados grilles (sitios de rumba) también se apropió de escenarios antes usados para el compartir familiar. Tal fue el caso del parque de la calle 60, luego llamado “Parque de los hippies”, que al ritmo de las canciones de Elvis Presley, Budy Holly y Little Richard se convirtió en la sede del fenómeno contracultural de aquellos tiempos. Aunque si se trata de lugares con nombre propio se deben destacar, en el centro el café El Cisne (carrera 7 con calle 26, justo en donde hoy se encuentra la torre Colpatria) y en Chapinero el almacén A. Pamp. En la época aparecieron cerca de 50 discotecas por toda la ciudad
En este periodo de germinación rockera en Bogotá, aparecieron en la escena grupos musicales como Los Strangers, Los Be Boops, Los Silver Thunders, Los Caminantes, Los Desconocidos, Los Rebeldes y Los Electrónicos, que por falta de estudios ensayaban en sus casas.
A finales del siglo XX.
Desde finales de los años 70 y en toda la década de los 80, Bogotá se encontró en una encrucijada en cuanto a la identidad y la esencia pura del rock. La llegada de nuevos estilos redefinió un género, que por las preferencias de unos y otros nunca sería el mismo. El disco, el rap, el hip hop, el metal, el trans, el techno y el house, entre otros derivaron de un rock que aunque cantara a las mismas prioridades, ya no se vestía igual y no bailaba parecido.
Estos nuevos estilos o tendencias encontraron asidero en lugares en Chapinero, en el centro y en el sur de la ciudad. La Gioconda, ubicada en el Pasaje del Libertador, en Chapinero, fue considerada la primera discoteca de la ciudad. De allí surgió el nombre de “cocacolos”, mote con el que se identificaba a los chicos pues no podían tomar licores sino la famosa gaseosa. Así lo relata el citado Umberto Pérez, en su libro “Bogotá, epicentro del Rock colombiano, entre 1957 y 1975”: “A estas reuniones juveniles se les empezó a llamar cocacolas bailables, ya que los chicos llenaban el lugar las tardes de los sábados y domingos para escuchar y bailar rock, en especial el que veían en directo. Pero como eran menores de edad y el consumo de alcohol les estaba prohibido, tomaban jugos y bebidas como Coca-Cola”.
Otro paso obligado para los más exquisitos era la carrera 15 entre las calles 72 y 116, asiento de las prolíficas y mejores discotecas de la ciudad donde sobresalieron para mediados de la década de los 80, Keops, la Fuente Azul y Chicle, lugares llamados “minitecas” por su fuerte afluencia de público escolar.
Y fue hasta alcanzar los años 90 cuando la música rock en Bogotá se tomó en serio las calles…, o mejor los parques y en este caso su sede natural desde 1995, luego de llevarse a cabo su primera edición en la Plaza de Toros (hoy Plaza Cultural La Santamaría) es el Parque Metropolitano Simón Bolívar.
En el nuevo milenio, el rock se toma los parques.
Bogotá que cuenta en el 2025 con más de diez millones de personas, con motivo de la música y sus diferentes géneros ha reconfigurado sus espacios. Si antes la escena rockera se vivía en bares hoy se trasladó a parques como el Simón Bolívar, el ahora escenario del mítico Rock al Parque, una experiencia para los visitantes y turistas con espectáculos de alto nivel y estándares de producción internacional.
Pero esta idea de trasformar los espacios recreativos en escenarios musicales no es nueva, por supuesto viene de los Festivales de Monterrey y de Woodstock (que duró tres días y se llevó a cabo en agosto de 1969 en Bethel, pueblo cercano a Nueva York), donde se presentaron algunos de los principales músicos del rock mundial, y al cual asistió casi medio millón de hippies).
Dichos eventos dieron pie para que en Colombia por allá en los 70 se intentaran algunos similares. El primero fue “El Festival de la Vida”, que se llevó a cabo el 27 de junio de 1970 en el Parque Nacional. “A él asistieron cerca de 10.000 personas convocadas mediante una campaña promocional basada en volantes que contenían escuetamente la palabra rock”, según advierte Umberto Pérez, en su libro “Bogotá, epicentro del Rock colombiano, entre 1957 y 1975”. El segundo concierto al aire libre se consagró como “El Festival de la Amistad” y que realizado el 2 de diciembre de ese mismo año fue en el Teatro de la Media Torta con la intervención de varias bandas, entre ellas La Gran Sociedad del Estado, Terrón de Sueños, La Banda del Marciano y el dueto Ana y Jaime.
La música Rock y Bogotá es una historia que apenas comienza. Hoy día los artistas internacionales ven en la ciudad la oportunidad de mostrarse a un público cada vez más exquisito. Por la capital han pasado glorias como Paul Mcartney, Rolling Stones, Elton John, Foofighters, Metallica e incluso nuevas las nuevas generaciones han vibrado con Maroon 5, Cafe Tacuba, Molotov y los colombianos Juanes, Aterciopelados y la Derecha, entre muchos más.
El Rock and Roll en Bogotá luego de 70 años de historia no es solo música, es un estilo de vida que trascendió los interiores de las casas, se vive en sus hermosos parques y se rumbea en lugares especiales. Por si quieres visitar los mejores sitios para disfrutar del rock en Bogotá, justo en tiempos de Rock al Parque, te invitamos a Abbot y Costello Rock Bar, Ozzy Company y Stones Rock Bogotá, los escenarios para los amantes de los sonidos de los 60 y 70. Y para los acordes más modernos el Bohemian Station, McCarthy’s Irish Pub y Blossom Bar Rock son los imperdibles.